Pero qué necesidad de agraviar

Autor Congresistas
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Clara Jusidman

El pasado 12 de noviembre se realizó un montaje verdaderamente vergonzoso en el Senado de la República, que terminó con la reelección de la Sra. Rosario Piedra Ibarra para presidir algo que continúa llamándose Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). 

Tan malo fue el desempeño de la Sra. Piedra durante cinco años, que varios pensábamos que esa Comisión ya había sido cercenada por la afilada y certera hacha de la “austeridad republicana”. No es así, los contribuyentes seguiremos pagando los sueldos de la señora y su equipo por cinco años más.

El director del sainete fue el Sr. Adán Augusto López debidamente instruido por la superioridad al tratarse, según se expresó, de un asunto de estado. Contó con el acompañamiento del escenógrafo Sr. Gerardo Fernández Noroña y los coros de las y los senadores de Morena. 

Uno se pregunta, pero qué necesidad había de montar un espectáculo que mostró la bajísima calidad y la sarta de mentiras utilizadas por la bancada morenista para defender a un personaje como Rosario Piedra Ibarra. 

La señora usó a la CNDH en sentido contrario a su naturaleza que es la de proteger y defender a las personas de las violaciones a derechos humanos que cometen actores del Estado. Por el contrario, encubrió entre otros al ejército, a las autoridades migratorias y a las fuerzas de seguridad, de las múltiples violaciones que cometieron durante los años de su gestión. 

En lugar de acompañar a las víctimas se puso del lado de las y los violadores de derechos humanos. La verdadera razón para su vergonzosa reelección es asegurarse de que no interferirá con los abusos de poder y del uso de la fuerza que de nueva cuenta están aflorando con la muerte y desaparición de civiles realizadas por agentes estatales en el territorio nacional. 

Pero qué necesidad había de que dos comisiones del Senado realizaran una convocatoria a posibles aspirantes para ocupar la presidencia de la CNDH; revisaran y verificaran el cumplimiento de los requisitos de 66 de estos; realizaran un parlamento abierto con varias organizaciones civiles; llevaran a cabo durante tres días, entrevistas de manera pública a 48 personas y finalmente, eligieran mediante su voto de entre 15 finalistas, a aquellas que integrarían la terna a ser elevada al pleno.

Muchos pensamos que fue un proceso responsable por parte de las comisiones del Senado encargadas y que su decisión sería respetada. Gran sorpresa cuando en la terna final apareció la Sra. Piedra Ibarra quien tuvo el peor desempeño de entre las 15 finalistas. 

Mayor sorpresa cuando después de una larga sesión el sainete terminó con la reelección de esa señora por razones de estado. Ello a pesar de sensatas e informadas expresiones de inconformidad por parte de la oposición, tanto contra la reelección de la Sra. Piedra como contra la coerción ejercida sobre el voto de la bancada de Morena y aliados. 

Si ya sabían que el Ejército quería que se quedara la Sra. Piedra ¿qué necesidad había de agraviar a las y los senadores de las comisiones encargadas, a las personas que se atrevieron a postularse, a las organizaciones que participaron en el parlamento abierto, a las personas que se sujetaron a las entrevistas, y en especial, a las otras dos candidatas integrantes de la terna? 

Es el humanismo mexicano alguien diría.

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