¿Habrá trumpismo para rato?

Autor Congresistas
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Pedro Arturo Aguirre, escritor, académico, estudioso de la megalomanía y el narcisismo en los hombres de poder, explica que “el COVID-19 provocó el desplome de la economía de Estados Unidos. La mala gestión de la pandemia hizo que la popularidad de Donald Trump cayera”.

“Dentro del electorado se dieron grandes cuestionamientos sobre la pericia del magnate para manejar la situación imprevista. Su actitud prepotente, grosera, poco apta para ser un jefe de Estado, pesó en el ánimo de los norteamericanos. Las encuestas de opinión empezaron por favorecer al ex vicepresidente Joe Biden. Durante julio, agosto y septiembre apuntaban una clara victoria demócrata”, remarca.

Aguirre Ramírez discierne que al acercarse el día de la elección eran muchos los detalles que perfilaban un triunfo holgado de Biden y que la gente estaba harta de Trump. Finalmente, la sorpresa fue que no. Pese a una diferencia de cinco millones en el voto popular, no ocurrió lo que se esperaba. El opulento empresario de bienes raíces estuvo a poco de lograr la reelección.

“Después de pifias, desplantes y excesos —sobre todo en el primer debate, quizá el más grotesco en la historia de Estados Unidos, donde el presidente se exhibe como un hombre poco apto para liderar una potencia— y una campaña que desde una mirada racional no permitía ver por dónde levantaría la candidatura republicana, carente de respeto a los electores, con eventos masivos, sin guardar la sana distancia, en pleno azote de la pandemia”, relata.

Hay una paradoja: cuando la gente sale a votar masivamente lo hace por una opción autoritaria o populista”, advierte el escritor y analista político.

Lo que estoy viendo es la ironía de que el Partido Demócrata se está convirtiendo en el partido de las élites en Estados Unidos, sobre todo de las zonas urbanas, las clases medias, los intelectuales, con mucha presencia del voto afroamericano —por ejemplo, en Georgia, gracias a Stacey Abrams—. Debe haber un foco rojo prendido porque están perdiendo sectores del voto latino y revisar el tema de las élites”, señala.

G: ¿Qué está pasando en las filas demócratas?

P: Requieren ser más autocríticos.

G: ¿Por qué el voto masivo por Trump?

P: En Trump hay pulsiones antidemocráticas y autoritarias. Es un personaje abiertamente racista, misógino y soberbio. Es muy preocupante que una sociedad vote a un personaje de este perfil. Debe haber una autocrítica. Es inconcebible. Hace 20 o 30 años hubiera significado el fin de cualquier político. Pero en el caso del republicano, dice mentiras, hace tonterías, es un tramposo, no paga impuestos y, sin embargo, la gente lo vota. ¿Qué está pasando con la democracia y la aparición de estos personajes? El señor ya hizo del discurso intolerante su bandera y le está resultando. Son un horror los 70 millones de votos que alcanzó. ¿Qué ve esa gente en Donald Trump, un sujeto vulgar, machista y supremacista? Sin coronavirus se hubiera reelegido con la mano en la cintura.

La gran pregunta es: ¿cuándo hay una participación electoral tan alta, es síntoma de una democracia sana? Yo tengo mis dudas, si la participación es para votar a un autoritario. En 2018, escribí un artículo sobre México donde me pregunto: ¿acaso una alta participación da como resultado el fortalecimiento de la democracia o es el regreso del Tlatoani? Y a dos años, creo que la respuesta es muy clara.

G: El triunfo de la posverdad

P: Lo que pasa en Estados Unidos, como en otros países del mundo, es una paradoja muy grande, donde se están votando a personajes autoritarios. Y da pie para que actores narcisistas o megalómanos como Trump puedan argüir: “Me robaron la elección”. Y cómo la gente les cree, ya no acepta la verdad. No aprueban lo que ven. Ese es otro fenómeno: el triunfo de la posverdad, tan comentado, aquí se reafirma.

Trump no ha presentado pruebas sólidas de una sola irregularidad. Le ha encargado a Rudolph Giuliani y un equipo de abogados defender su causa, como un recurso ridículo. Y ¿qué han hecho los republicanos? ¿Se han vuelto cómplices de este retroceso en la democracia y la institucionalidad de Estados Unidos? Pierden mucho al quemar la casa. Tienen la mayoría en el Senado, salvaron posiciones en la Cámara de Representantes y en las gubernaturas; es decir, van a cogobernar.

Quemar la casa es dar lugar a un proceso de desestabilización política y económica. La bolsa se pondría nerviosa. Los inversionistas empezarían a cuestionar qué está pasando.

Trump tiene una enfermedad mental: es un narcisista. No puede aceptar que pierde. Menos ante Biden. Además, no puede sustraerse del lastre de sus problemas legales. Objetivamente hay posibilidades de que termine en prisión por casos como evasión de impuestos y el affaire con la prostituta Stormy Daniels, que le pagó a través de su abogado, con recursos de la campaña.

Sabe que sus fans lo adoran a muerte. Entonces está provocando un problema para vender cara la derrota. Lo cierto es que la base trumpista continuará. En cuatro años, se podría postular él o algún miembro de su familia.

Los republicanos le tienen miedo porque qué pasaría si empieza a lanzar tuitazos en contra de ellos. Qué dice Mike Pence y Mitch McConnell, el líder en el Senado: “Sí, él tiene derecho a que se recuenten los votos”; pero no se están desgañitando, evitan contradecir a Trump y a los fanáticos de la base, ni tampoco queman la casa.

Trump es un tipo psicológicamente dañado, pero no estúpido. Sabe que no puede dar un golpe de Estado e imponerse como presidente. Su actuar es para cubrir el aspecto mental de que él no perdió porque es más listo que todo el mundo. Saldrá de la Oficina Oval, pero la dejará envenenada. Aunque también le dará para algún tipo de negociación a futuro.

Biden llegará con un problema enorme: el país está muy dividido, polarizado. Por ello, trae las banderas de unificar, resarcir y curar las heridas. Con esa política será paradójico que meta a la cárcel a Trump. Sería una provocación. Lo que hace el magnate es demostrar que lo adoran. Está agitando las aguas incluso dentro del Partido Republicano. Clama: “Yo gané. Me robaron”. Finalmente, no lo van a tocar. Para qué picarle la cresta al trumpismo.

Una hipótesis un poco descabellada: no dudaría de que Trump renuncie, en el papel de víctima, con el argumento que le robaron o lo traicionaron. Entonces, Pence sería el encargado de entregar la Presidencia.

Lo que no es descabellado es el show que está haciendo: corre al secretario de Defensa, Mark Esper, da señales de que puede ponerse muy pesado, los republicanos no se atreven a confrontarlo sin que lo apoyen al 100. Debemos ver qué significa que en el Senado se le haga un gran homenaje de despedida a Esper y lo que hace Pence, con claro interés en 2024. Apoyan al presidente de manera muy tibia. Esto caerá por su propio peso. Cada vez será más evidente que no hay elementos para echar abajo la elección. Llegará el momento en que los republicanos le dirán a Donald: “No podemos quemar la casa”. Como sea, el 20 de enero Biden tomará posesión, aunque no sé de qué porque Estados Unidos es un país en ruinas.

Trump está jugando sus cartas. Ha armado su propio show. Irresponsable, megalómano como es. Un líder carismático, populista, con una fuerza enorme que la está dejando sentir. Su mensaje es: “no me voy”. Hoy es preocupante cómo se vota a tipos como este.

Giro al multilateralismo

G:¿Qué se puede esperar de Biden?

P: Creo que con Biden habrá un regreso al multilateralismo. Se prevé una vuelta al Acuerdo de París y fortalecer las relaciones, que están muy lastimadas, con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Habrá una reconciliación con los aliados occidentales.

Con China las cosas seguirán igual: en la confrontación y la competencia. Lo mismo con Rusia, aunque ya había cierto entendimiento. Israel; un poco más de distancia. También se espera un nuevo trato hacia América Latina.

Es decir, regresarán a una política exterior usual, habitual, normal, como siempre.

Estados Unidos es una potencia que ha perdido liderazgo en el mundo. No tanto porque haya caído en decadencia, sino porque han surgido competidores fuertes como China y Rusia, más otras potencias emergentes como India y Brasil. Ha experimentado una pérdida relativa de poder y liderazgo. Biden buscará recobrar para Estados Unidos sobre todo el liderazgo moral. Por tal motivo, no se puede confrontar con Xi Jinping y Putin exigiendo respeto a los derechos humanos y la democracia, cuando internamente no se tiene el interés por preservar tales banderas. Obviamente se debe ejercer ese liderazgo con poder blando. Ya no es la hegemonía de antaño. El liderazgo moral se perdió con Trump.

G: ¿Cómo será la relación entre Estados Unidos y México?

P: Hay que ponderar. La relación entre México y Estados Unidos es una relación estratégica. De seguridad nacional entre los dos países. Cuando se revisa la historia de esta relación, se encuentra que ha habido tiempos de mucha tensión y algunos momentos más tersos. Todo esto es natural. Tenemos un presidente que antes de tomar posesión había escrito un libro muy crítico hacia Trump; pero ya en el poder, procuró llevar una buena relación porque no se puede estar peleando y es necesario que las cosas salgan bien. El T-MEC por ejemplo es vital para México.

AMLO se ha tardado en felicitar a Biden, no porque aborrezca al demócrata y adore a Trump. Comete un error porque quiere ser prudente y además tiene sus traumas personales. Es un error porque es hacerle el feo a quien será el próximo presidente de Estados Unidos, con lo que se sienta un precedente incómodo. Sin embargo, eso no determinará la relación. Insisto en que seguirá siendo una relación estratégica entre los dos países. Habrá algunos matices sobre medio ambiente, energías renovables, el tema del narcotráfico y otros. El narcotráfico es una bomba de tiempo. Estallará muy pronto independientemente de quien llegué a la Casa Blanca.

En materia de derechos humanos que a Trump le importaba muy poco, se prevé que Biden le pondrá más atención. Será un punto de conflicto, al que se le ha descuidado.

Sobre cuestiones laborales, no olvidar que al T-MEC se le hicieron algunos ajustes de última hora por presión demócrata. Ellos condicionaron la firma a que hubiera una reforma laboral en México.

Será una relación AMLO-Biden incómoda porque le estás haciendo un desaire. Esto ocurre entre los asuntos personales de López Obrador, tomando en cuenta que es un maestro de las bombas de humo y mientras Tabasco está inundado. Como sea, no es un buen precedente. Si lo hubiera felicitado qué pasaría. Esto es producto de la falta de experiencia diplomática no de la cancillería, sino del propio presidente.

G: ¿Podría compartir un apunte final sobre las elecciones en la Unión Americana?

P: Estamos viviendo una época muy difícil. El trumpismo no acaba. Continuará por mucho tiempo. Biden tiene el reto de iniciar la reconciliación de Estados Unidos. Tendrá que emprender una autocrítica muy a fondo con las élites. Ver dónde han estado fallando. Es de esperar que logre restañar algo de la relación con la sociedad y los votantes que están creyendo en un paranoico de las características de Trump. Tener cierto optimismo de que esto es el inicio del declive de los hombres fuertes, el rescate o reposicionamiento de la democracia liberal. Sabemos que no será fácil. Tendrá que haber no solo victorias electorales, sino también una renovación a fondo de las relaciones sociales para impedir que personajes autoritarios sigan llegando al poder.

G: ¿Qué opina de la estrella ascendente llamada Kamala Harris?

P: Lo más probable es que Biden se conciba a sí mismo como un presidente de transición. En cuatro años quizá estaremos viendo una nueva generación disputando el poder. Allí Kamala Harris va a tener una posición privilegiada. La vicepresidenta estará en una posición excepcional porque será durante cuatro años la más visible. Eso ayuda mucho. Por lo mismo, Mike Pence es casi el candidato natural de los republicanos dentro de cuatro años. No quiere decir que esto necesariamente sea así. En ambos partidos pueden surgir otro tipo de liderazgos. Incluso Trump es capaz de volverse a lanzar. No se lo impide la Constitución.

*Pedro Arturo Aguirre Ramírez (Ciudad de México, 1963), es experto en política comparada. Entre otros libros, ha publicado Historia Mundial de la Megalomanía: desmesuras, desvaríos y fantasías del culto a la personalidad en la política; “De Winston Churchill a Donald Trump. Auge y decadencia de las elecciones; Bad Hombres: megalomanía y política en el siglo xxi; así como la novela histórica El Protocolo Malatesta. Actualmente colabora en la revista etcétera y es autor de la columna “Hombres fuertes” que aparece cada semana en el periódico ContraRéplica.

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