Ciudadanía Cero. Mexicanos en la cobardía

Autor Congresistas
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Mesa de redacción

El sexenio actual se ha caracterizado por tres fenómenos fundamentales de naturaleza económica y social.

El primero ha sido el dispendio de dinero público en obras faraónicas sin ningún sentido de proyección ni trascendencia a largo plazo. Este fenómeno lo constituye el tren maya y la refinería de Dos Bocas.

Digo que no tienen sentido porque el mundo civilizado encamina su política pública energética hacia la transición hacia la energía renovable, lo cual hará a la refinería mencionada poco atractiva y poco productiva.

El tren maya tampoco tiene sentido porque es una fantasía ecocida, producto de la estulticia y la necedad. Ese tren va a requerir subsidios por varios sexenios y el daño ambiental que ha causado, del cual están enterados muchos mexicanos, hará que exista gente decente que por objeción personal decida no usar ese tren. Lo mismo con el aeropuerto Felipe Ángeles, bien llamado por la vox populi, el aeromuerto, por su poco tráfico forzado.

El segundo fenómeno ha sido el cederle espacios de gobierno a la delincuencia organizada. Los carteles controlan gran parte del territorio nacional donde la población mexicana vive con miedo y frustración. En muchos casos, le gente trabaja o se une a los carteles porque no hay alternativa que el estado –supuesto garante de condiciones mínimas de seguridad- pueda proporcionarle a la gente. Con ello, la violencia en nuestro país ha aumentado a niveles de brutalidad y cuantitativos nunca antes vistos, pero minimizados por el gobierno.

El tercero es el uso electoral de los programas sociales. El buscar usar dinero de nuestros impuestos para que los beneficiarios de las dádivas, becas o pensiones, sigan votando por el partido oficial. El dinero tiene que salir de algún lado y, así como el agua potable, nos lo estamos acabando sin fuentes alternas de generación.

En breve, el sexenio que termina ha sido la voluntad de un solo hombre sobre el destino de generaciones futuras de mexicanos, hoy comprometidas por pésimas decisiones de política pública.

Y del decoro del servicio público, no podemos dar un diagnóstico positivo, ya que, derivado de la amplia difusión mediática de los mensajes oficiales, los mexicanos observamos que la única forma de hacer política en México actualmente es el comentario irónico, la burla, la mala fe, la mala leche y los insultos. Los políticos interactúan siendo mezclas entre peleadores frustrados de barrio y payasos involuntarios.

Mientras unos pocos deshacen el país, la mayoría parece estar enceguecida de apatía o de flojera. No hay ciudadanos que le exijan a sus representantes populares razones de sus decisiones de política pública. Aceptamos como ganado camino al matadero, un destino mediocre y oscuro, alimentados por el odio al éxito de los demás, la envidia social y el deseo de que nada cambie, por ese miedo al éxito y al cambio que ha caracterizado a nuestro país por generaciones.

En México abunda el talento y la capacidad, pero abunda más, aparentemente, la indiferencia a los deberes ciudadanos. Muchos nos esforzamos por plantear reflexiones críticas y justas con el objetivo de que nuestros lectores se acerquen a sus representantes, critiquen, pidan rendición de cuentas o de plano, aunque sea puedan evaluar las plataformas políticas de candidatos analizando sus propuestas de forma racional, sensata y adulta.

Desgraciadamente, este sexenio nos ha enseñado que tal vez los mexicanos no deberíamos tener una sola nación, porque hay muchos Méxicos, no nada más hay uno solo. Existe el México de la envidia, de la flojera, de la indiferencia, del odio al éxito y de las ganas de ser mantenidos. Luego existe el México de la clase media, donde la gente cuida su presupuesto, quiere educar a sus hijos, tener mejores trabajos y oportunidades, superarse y crecer. Y luego existe el México de las oligarquías que siempre mantienen sus privilegios, pase lo que pase con las elecciones.

Me da tristeza recordar la primera vez que fui a Europa. Emocionado a mi regreso, le platiqué de mi aventura a un amigo mexicano. Su respuesta fue: ¨que mamon eres, deberías primero conocer México. ¨

Después, le platiqué a un amigo argentino, y su respuesta fue: ¨Me da gusto por vos che, como la pasaste¨.

¿Le ha pasado a usted algo igual? ¿Ha notado la envidia social en nuestro país? Por supuesto, nadie investiga lo que tuve que ahorrar y trabajar para el viaje, pero muchos siguen siendo sensibles a cualquier cosa que les aflore los complejos.

En fin, la clase media está sufriendo porque es la que necesita instituciones sólidas para que funcione el modelo económico y jurídico bajo el cual viven. Esas instituciones que el poder ejecutivo desprecia y que exponen verdades incómodas, como el INAI.

La gente que sigue las reglas del juego requiere que el sistema funcione para mantener su productividad y su forma de vida. Pero ante un país amenazado por unos cuantos ambiciosos que engañaron al pueblo resentido prometiéndole venganzas inútiles y obsequiándoles migajas, cada vez más se desdibuja la existencia de una ciudadanía responsable y coherente que construya su país más allá de los insultos en las redes sociales y en las plataformas de difusión oficiales.

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