No cabe duda que la pandemia provocada por el COVID SARS-CoV-2 ha puesto a prueba al sistema de salud y no escapa a ello la medicina social. En países con la desigualdad como la que exhibe México, son los pobres los que requieren de mayor atención, ya que se trata de la población más vulnerable por las condiciones de vida a las que se enfrentan.
La realidad es dura y más allá de los datos contundentes que presente esa descarnada y brutal cotidianidad que abaten a familias enteras, existe la esperanza, la posibilidad. Las fragilidades que tiene la vida de millones se agravan a lo largo de un año y nueve meses ante una pandemia para la que las defensas médicas no cuentan con experiencia ni medicamentos ni equipamiento especializado ni camas ni vacunas. Estamos ante una pandemia sin historia, sin memorias y a ello agregada a las desgracias, las amenazas que suponen las sequías como las inundaciones, derivadas del cambio climático.
El peligro es global, la pandemia no es privativa de ningún país y ataca sin diferencias sociales, muchos se infectan, se enferman, mueren o se salvan. Las familias desaparecen acechadas por una fuerza mayor. La desgracia, la vulnerabilidad y el aguijón del contagio nos mira, nos acecha y de muchas maneras podemos decir que viene por todos, personas, médicos, enfermeras, personal médico ha caído combatiendo el virus.
Honra y gratitud para todos que no cedieron al embate del contagio ni al cansancio que exigió la pandemia. El minuto de respeto del silencio ahora que se preparan a restaurar los servicios médico que demanda la comunidad y cuando la lucha contra el COVID ha ganado terreno, cediendo espacio a las unidades especializadas de atención como de personal médico.
Las condiciones ceden para realizar el milagro médico del trasplante, del nacimiento, de la operación quirúrgica, de la recuperación de la salud.
En la frontera de una pesadilla que ha afectado lo mismos al sector social público que el privado de la medicina en México, queda la experiencia para transformarla por que ha sido dolorosa pero también nos lega una serie de experiencias invaluable en materia de salud, que lo mismo va de la prevención que a la recuperación.
Hay carencias en salud, por ello hay que recuperar y ganar terreno avanzar en los espacios en los que se ha tenido que ceder postergando acciones de políticas de salud preventivas o aquellas que no resultaban de la presión de la urgencia médica.
Hay que recobar estrategias en el sentido de la recuperación de servicios de salud, que permite brindar el acceso a la salud de manera ordenada y segura para la derechohabiencia, impulsar diversas acciones en las representaciones estatales del Seguro Social y 12 Unidades Médicas de Alta Especialidad (UMAE).
Hay que restaurar el diálogo entre la comunidad médica y avanzar a la familia, hacia la mujer, el joven, el adulto mayor, llegar a la personas como lo que es, a los ojos de la atención médica integral y el alivio, que postergamos por atender las afectaciones del COVID hasta la total recuperación.
Hay que caminar por la consulta, la clínica, la prevención, por la jornada familiar, juvenil, hacia las especialidades, atención, por la medicina familiar, la cita con el trasplante, hacia la cirugía. La alta especialidad, por el camino del trasplante renal y las procuraciones multiorgánicas.
Atendamos sin temor al contagio a la Hipertensión Arterial y al cáncer cérvico-uterino; a las mastografías y mil exploraciones clínicas de mama. Recuperemos atenciones quirúrgicas, especialidades de Angiología, Cirugía General, Ginecología, Oftalmología, Oncocirugía, Traumatología, Ortopedia y Urología. Cumplamos con las ciencias de la vida, la cita con la consulta externa, con la de las especialidades.