La debilidad de Morena

Autor Congresistas
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Mesa de redacción

Es cierto que el partido político Morena tiene la mayoría de las gubernaturas del país, pero esas victorias tendrán un tinte pasajero. La razón de este enunciado, es que Morena es un castillo de naipes, que se fundamenta y se sostiene en una sola persona.

A diferencia de otros partidos políticos, Morena no tuvo un procedimiento de creación paulatino que incorporara personas a través de procesos ideológicos que conformaran su plataforma ideológica, política y social. Morena es el resultado de la operación y presión ejercida por el presidente actual cuando era opositor para tener su propio partido político. El registro de Morena fue un premio de consolación.

Cuando comenzó a crecer la candidatura del actual presidente, como consecuencia de la escandalosa corrupción de la administración de Videgaray, en la que la cara visible era Enrique Peña, una estampida de políticos oportunistas se unieron a Morena, con el objetivo único de beneficiarse del nombre, marca y figura de su candidato. Es decir, Morena no tuvo procesos de formación de cuadros, simplemente se llenó con desertores y oportunistas que, sin ningún convencimiento ideológico ni plataforma política, se integraron a ese partido, esperando beneficiarse con un puesto de elección popular a cambio de su lealtad incondicional al presidente. Esa lealtad que hace que los funcionarios sean todólogos, y ocupen puestos en el gabinete solo por su disposición a hacer lo que se les ordene, sin ninguna entereza ética, personal ni profesional.

Esa escandalosa formación, de bólido político, fue una cuasi-improvisación de un aparato estatal completo. Debido a la falta de institucionalización en ese partido, pronto comenzará su caída con el avance de la oposición, que logró nombrar una candidata por consenso y negociación de fuerzas políticas tradicionales, cimentadas en partidos políticos ya establecidos por décadas.

Lo que fácil llega, fácil se va, y los cuadros de morena comenzarán a desintegrarse cuando poco a poco se vaya desdibujando la figura del presidente, quien pronto terminará su sexenio y cuya edad avanzada ya no le permitirá estar en los reflectores de la vida pública. Es muy probable que Marcelo se distancie de ese partido al ver que Claudia había sido la elegida desde el principio y, que toda la parafernalia de la consulta, no fue más que una simulación.

Las políticas públicas de este sexenio pusieron a México a prueba. Nuestra joven democracia se sostuvo en gran parte por la actuación de la Suprema Corte de Justicia y de la oposición en el Congreso. Piense usted, lector, ¿para qué necesitamos un Congreso si no va a servir de contrapeso ni a analizar ni cuestionar las posturas del presidente? ¿Acaso no se trata la democracia de mantener un equilibrio de poder en las decisiones que nos conciernen a todos y que se pagan con el dinero de todos?

Considero que la narrativa de odio ha llegado a un desgaste del que ya no se podrá beneficiar. A muy poco de que termine este sexenio, la mayoría que apoyó al presidente puede darse cuenta por si misma de que nuestro sistema de salud se encuentra en deplorables condiciones, de que la educación pública no es competitiva internacionalmente, de que las oportunidades laborales no mejoraron, de que la seguridad pública es débil y la violencia ha aumentado a niveles monstruosos, de que el estado mexicano es casi un estado fallido. El fenómeno de un presidente salvador que resolvería todos los problemas de México por arte de magia ha probado ser un fracaso, y el ciudadano, votante responsable, debe haberse dado cuenta de ello. Quiero pensar que las becas y las dádivas no serán suficientes para comprar la dignidad de personas que pueden y merecen hacer más de su vida.

En fin, las cosas caen por su propio peso, y con cada administración hemos ganado y aprendido algo. Desde la alternancia con Fox, el pueblo de México ha sabido tomar decisiones democráticas para bien y para mal. Por ahora, solo queda esperar que la ciudadanía razone su voto de forma inteligente, responsable, madura e informada. Que no lo haga pensando en venganzas que no llegaron ni en odios que no se materializaron en una mejoría de la vida de las clases pobres.

Las instituciones tienen que renovarse, el PRI se ha tratado de reinventar después de varias derrotas y hoy es una fuerza política modesta, lo mismo le ocurrió al PAN que abrió la caja de pandora con la administración de Calderón y al PRD con la corrupción que fue su sello de gobierno en la Ciudad de México. Morena va a implosionar por la ambicion desmedida de los oportunistas que lo formaron, conforme vaya apagándose la presencia del Presidente.

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