8 de marzo la ecuación al infinito

Autor Congresistas
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Miles de mujeres en todo el país y en el mundo marcharon con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer, tomaron las calles y las plazas. No se trata de un sólo movimiento sino de muchos y muchas manifestaciones que van cobrando voz, recogiendo voces y demandas, identificaciones y representaciones. Todas buscan hacerse oír y entablar un diálogo, un flujo y reflujo democrático que aún no se alcanza del todo y por todos comprender y se llega a suplirse con la barbarie de la violencia por la cual han optado algunos movimientos de mujeres. No sin riesgos, valentía y sin razones.

¿Cuál es la historia cíclica? ¿Están las mujeres cansadas de ser víctimas y las ultimas en la fila de la escala social? ¿Qué enoja a las mujeres a grado tal de que algunas multitudes de jóvenes avanzan entre secuelas de destrucción, pintas, gritos, insultos, descalificaciones, derribo de muros, golpes de martillo, escaladas, patadas, empujones, cortinas de gases pimienta, de polvo de extinguidores, en encuentros violentos con policías? ¿Qué mayor razón que los feminicidios, la desaparición, torturas, violaciones, desigualdad?

En el marzo de las iras, se escuchan como un oleaje las consignas desde el Monumento a la Revolución hasta al cruce por el Hemiciclo a Juárez, al paso por Madero, y con el fin en el Zócalo, retumban gritos de “¡ Ni una muerta más !, secunda otra “No será gobernador ningún violador”. Y tercian. “Rompa el pacto patriarcal” “La policía no me cuida, me cuidan mis amigas” Y en el Zócalo como un pelicano cansado por una larga travesía marítima luce una manta, una advertencia al centro ¡ Nos vemos en las urnas !

En las fotografías el arsenal de ataques y defensa: martillos, piedras, mazos y bidones, bombas molotov, confrontación entre mujeres manifestantes y policías, en las que algunas mujeres policías fueron quemadas, filtraciones de varones regando gasolinas sobre policías hasta prender el fuego, en las almenas de Palacio Nacional las armas para desviar drones.

Frente al grafiti se derrumba vencida la cantera, el mármol, la transparencia del ventanal, en monumento de bronce, las vallas de metal hasta convertirse en memorial de las miles de víctimas de los feminicidios, desapariciones y torturas. La memoria y registro del color en el vestido de la avanzada de las víctimas, no menos de 3,009 nombres y sus cruces.

En las estadísticas salta crispante la condición de las mujeres sostenida en una ingeniería patriarcal y una travesía de cuates que sostienen los techos y las estructuras de una sociedad arcaica que impide y limita los derechos, dosifica la democracia procedimental, obstaculiza la justicia y anuda los circuitos de feminicidios, la trata, los bajos ingresos, las desigualdades, la exclusión, discriminación, incrementa la violencia intrafamiliar y la clausura de las aspiraciones al bienestar y a una mejor educación y empleo.

Hartas, dolidas, enojadas, incluso enfurecidas y con violencia viven sus duelos y los de sus compañeras, hermanas o amigas asesinadas y también en ocasiones torturadas. Sufren los resultados del confinamiento que genera la pandemia que las condena a una violencia abierta o esa otra soterrada y sorda de la responsabilidad del cuidado de la familia, de los enfermos, de los abuelos, de los hermanos, del marido y de los hijos. Ese rol que las expone a la violación, al acoso sexual, al abuso laboral, y la aleja de la igualdad de oportunidades.

A los ojos de la Presidencia de la República se reafirma el respeto, el derecho y la libertad de manifestación de las mujeres y la otra lectura de que son susceptibles a la manipulación de organizaciones conservadoras y de derecha, lo que anula de tajo las propias capacidades y demandas, cediendo a la tentación de descifrar un ataque al gobierno, a la interpretación a la provocación y desestabilización gubernamental, anulando las causas de la manifestación y el origen de los problemas.

¿Dónde se fracturó la conversación entre el presidente y las mujeres? ¿Abismo generacional? ¿Autoritarismo y visión patriarcal? ¿Descalificaciones? ¿Misoginia? Lamentables las imitaciones para entender las demandas de las mujeres, hoy en un mundo globalizado a favor de las reivindicaciones insatisfechas que no son más que derechos humanos.

¿Dónde se quebró el diálogo entre la Jefa de Gobierno y las mujeres en una marejada de violencia urbana? ¿Cómo y porqué queda como exigencias la restauración del tejido de la piel social de las nuevas exigencias? La violencia es y vuelve a ser en los muros de la casa familiar, en la obscuridad de la calle, en el campus de la escuela o del trabajo.

Estruendo de petardos, el choque de metales y pesos derivados del derrumbe de las vallas, del triunfo sobre lo ritos del asalto y el derribe del metal entre el retumbe de las bombas molotov. Las y los violentos avanzan entre los mansos que se orillan sorteando los gritos y la confusión, ingresan a la contabilidad como las más afectadas por la pandemia y las mutiladas por el desempleo y la desigualdad.

¿Cómo se ha roto del vínculo con ese sector social que condujo al Presidente de la República al Poder y cuál será el costo de la fractura del diálogo con las mujeres para la Cuarta Transformación?

En el Patio Central de Palacio Nacional el feminismo oficial, conducido por la primera secretaria de Gobernación, Dra. Olga Sánchez Cordero, acompañada por las integrantes de la mitad del gabinete explicaban la ruta de la política hacia las mujeres como secuela del primer trienio, dibujaba el abismo de la incomprensión.

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