¡Ya basta!: el grito, en una marcha de mujeres

Autor Congresistas
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  • Todas se movieron
  • Justicia y equidad
  • Imparables

Superaron todos los pronósticos. Miles de decenas de mujeres tomaron la calle, aquí y en otras plazas del país. Ganaron la visibilidad y abundan los calificativos “Jornada histórica”, “Miles claman ni una más”, “Ellas cimbran a México”, “Claman miles de mujeres: basta de impunidad”, “Vivas y libres”, “Muestran su fuerza y exigen igualdad”, ¡Nos callan!, ¡Hartazgo!, escalaron los titulares de la prensa.

El Día Internacional de la Mujer que se celebra en todo el mundo el 8 de marzo, adquiere en México una connotación especial y más profunda. La celebración representó la participación de cerca de 350 mil mujeres y un paro nacional “El 9 Nadie se Mueve” convocado por la organización “las brujas del mar”, que además resultó un impacto económico calculado entre 35 mil y 43 mil millones de pesos, según datos de Banamex.

Se produce un calendario distinto por su intensidad y una participación inédita para delinear un Zócalo amurallado con el que muchas mujeres marchistas se enfrentaron por el autoritarismo de las autoridades de la capital del país y que estuvieron para contar la historia las comentaristas y reporteras Azucena Uresti de Milenio y Carmen Aristegui de Aristegui Noticias, otras reporteras más como Maru Rojas de Radio Fórmula y Excélsior.

No se trató de una marcha contra el Presidente de la República ni tampoco con la intención de desestabilización de un gobierno que ha hecho de la transformación y de la corrupción su eje y divisa y la agenda de los derechos de las mujeres: alto a los feminicidios, cese a la violencia, igualdad, justicia, equidad.

Las mujeres exhibieron el rechazo a una cultura autoritaria y patriarcal, se pronunciaron por más fórmulas democráticas. Suenan las voces de apoyo a la marcha de las mujeres, la de la presidenta de la Cámara de Diputados, Laura Rojas Hernández, la presidenta del Senado, Mónica Fernández Balboa, de la Secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero; de la Secretaría de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval; del Trabajo, Luisa María Alcalde y del exterior Salma Hayek, Kate del Castillo, Lila Downs.

Remontaron los obstáculos y expropiaron el Monumento de la Revolución, el Hemiciclo a Juárez, el Zócalo, tomado por los partidos y lo devolvieron a las/os ciudadanas/os. Unificaron, conmovieron. Pararon el corazón del país con el paro ¡El 9 Nadie se Mueve! Sumaron apoyos a su movimiento que exige poner alto a los feminicidios y en la punta enarbola los derechos humanos.

¿Fueron los cálculos de 10 mujeres asesinada a diario el punto de quiebre, pero también de unión? ¿O la motivación de la crueldad exacerbada del feminicida desollador o mutilador de niñas y mujeres? ¿Acaso también las violaciones de los derechos conquistados que cruzan el pentagrama empezando por el Presupuesto de Egresos con la falta de financiamiento a los derechos?

Unos dicen que participaron más de 100 mil mujeres, otros 80 mil, unos menos de 50 mil, y al alza los más que opinan que más de 100 y más que cerca de 350 mil. Y ahí caminaron en largos contingentes, unas embarazas, otras anudando los brazos acinturando a sus pequeños, otras empujando las carriolas o colgadas del ante brazo de su madres o entrelazadas a las manos de sus compañeros, en grupo con las amigas, con la familia, se hacen escuchar, se identifican.

También las hay marchando encapuchadas, cargadas de sus aerosoles, las armas con las que tiñen de rojo o de negro las canteras o el bronce de los monumentos. A la vista las estrategias por desvirtuar las intenciones de la marcha.

Lucen las pancartas, despliegan mantas, simples cartones, exigencia de investigaciones, cese a la impunidad, todas y todos la leyenda de dolor, de perdidas irreparables. Como flamas de dolor los nombres de las víctimas.

Se alinean en paquetes las demandas, se ordenan por nivel y por sector, identifican el grado de omisión y olvido, dibujan y desdibujan los rostros, las pobres entre las pobres, las que no lo son del todo, sino a medias pobres o medio ricas, también en las pintas de las privilegiadas, pero todas unidas en una sola voz, la suya, la de la atrás o a la de al lado, la nuestra.

Volando atado al cuello el paliacate verde, ondea también un paliacate azul. Lucen la gorra morada o verde ceñida hasta las cejas. Se multiplican las mujeres de todas las edades y portando todas las prendas, vestidos o blusas de flores o camisetas, de falda a pantalones. Reclaman, denuncian, vibran y gritan, no hay duda de que las calles son suyas, Reforma, la Plaza de la República, Juárez, Madero, el Zócalo, la ruta.

Ríos y ríos de gente, de mujeres, todas temerarias y al resguardo de mujeres policías atadas al deber, sujetas a la transparencia de sus escudos y la presión de sus cascos, la consigna es resistir, obstaculizar, cerrar el paso al Zócalo y más a resguardar la Puerta Mariana de Palacio Nacional. Hoy la izquierda en la Ciudad hecha gobierno detiene a la izquierda hecha derechos que reclaman lo mismo mujeres que hombres, jóvenes que viejos. Lagrimas, enojos, reclamos, tragedia, denuncia, en un manojo de años, hartos de dolor, gritos de soledad y de esperanza.

Personas sufriendo discapacidad se enredan entre los embozados y embozadas, con jalters negros, máscaras, a la carga de martillo, del mazo, de bombas molotov, pistolas de agua, aerosoles, reproducen una estela de despojos. Ventanales se derraman como lluvia a efecto de los golpes de martillo, mazos, piedras. Toda una barda llena de golpistas y pertrechos facilitadores del paso a los saqueos. Y en el lado contrario se acusa recibo de la denuncia de la manipulación por la derecha, por los conservadores.

El objetivo: poner fin a los abusos, desigualdad, exclusión, discriminación, violencia sexual, psicológica, física. El límite a los golpes, a las amenazas, a la agresión verbal y física, a la humillación, la tortura, al secuestro, a la muerte, al miedo.

“El grito de ni una más” retumba en el Hemiciclo y se estrella en el bronce de un imperturbable Juárez.

Mal se vio la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum levantado muros, cerrando el paso a los contingentes, desplegando vallas, abandonando aparatosos templetes en el centro de la plaza monumental del corazón de México.

Legiones de mujeres avanzan desde la Plaza de la República, un dron graba desde la altura al Monumento de la Revolución, Reforma, Avenida Juárez, Madero y los litorales del Zócalo. Las mujeres cruzan Pino Suárez, 20 de Noviembre, Uruguay, Tacuba, 5 de Mayo, por una cartografía que expresa la historia nacional, el trazo de villistas, zapatistas, carrancistas, maderistas, después ferrocarrileros, campesinos, estudiantes del 68, todos haciendo historia.

Un enérgico alto a la violencia cruza calles y avenidas, madres e hijas, hijos, hermanos exigen las garantías perdidas, arrebatadas y el alto a la violencia que ya forma parte de la cotidianidad, un mosaico más de un folklore sangriento.

Fluyen los grupos de avanzada, se confunden, arremolinan, aprietan, condensan y forman una masa uniformada, vibrante que se expresa en diferentes tonos y escaladas, las manifestaciones encuentran su espejo en todos los estados del país, en las ciudades industriales, en puertos y centros fronterizos.

Suenan y resuenan las voces por justicia para aquellas que han sido torturadas y asesinadas, las cifras de los contingentes se suman, se calculan 35 mil en Guadalajara, 15 mil en Querétaro; 10 mil en Veracruz, 7 mil en León, 10 mil en Monterrey, 3 mil en Toluca y otras 3 mil en Chihuahua y otro tanto en Tlaxcala, registran los diarios nacionales.

Nada frenó la marcha de miles de mujeres no obstante de las estrategias desplegadas por Claudia Sheinbaum, para impedir la llegado de los contingentes al Zócalo, ese punto de encuentro como cenit sagrado, símbolo de poder y en posesión hasta el 8 de marzo de Andrés Manuel López Obrador.

La niña Fátima de sólo siete años, recientemente violada, torturada y asesinada reencarna como símbolo de la desventura que significa hoy día ser mujer, en México.

Queda el tiempo para el análisis, la reflexión reposada, el silencio introspectivo. Se invita y se sugiere la escucha para dispersar el apoyo, lograr la cura y el remedio, esa salud que falta, esa tranquilidad que se niega, ese caos que como lava arrebata toda certidumbre.

La adopción de leyes y políticas públicas para prevenir, desaparecer y castigar los feminicidios es inaplazable y merece toda la atención. Comprometerse con la justicia significa recuperar lo mismo las aspiraciones de la fuerza demostrada por las mujeres el 8 y el 9 de marzo, transformado en movimiento social.

No hay nada que descubrir, hilo que inventar, una ruta a seguir que los caminos de la justicia que van desde la salvaguarda del reconocimiento de los derechos humanos, la protección de las condiciones de bienestar, las condiciones de igualdad como exigencia de nuestra democracia. El feminicidio debe cambiar el talante de un poder reumático, esclerótico y sordo. Tomar todas las luces de la transformación, llegar a los oídos de todos aquellos que marchan y combaten. Toda la escala de feminicidios y anulación de derechos son imparables.

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