Se hace sentir la globalidad con un cambio dramático del mundo y el anuncio de respuestas universales a problemas colectivos, hay pocas aristas para escapar a una fórmula y ecuación global que encarna una pandemia.
Ante el Coronavirus y sus impactos en la economía, se organizan las instituciones financieras internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Europeo (BE), Banco Mundial (BM); Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que plantean sus estrategias mediante deuda, gasto, inversión, ajustadas a la lógica de la recuperación sustentada en la disciplina fiscal y la inversión en la protección de empleo, la vía irreversible de la economía.
Bastaron unos meses de shocks y contracciones para el derrumbe. En lo último de los respiros en materia de salud y en estado de quiebra económica, los países llegan a sus límites. Hay una atmósfera de confinación de millones de personas impulsadas por el temor al contagio, la esperanza en la contención y reducción de la infección-enfermedad y muerte, como formula. Todos los países van en el sentido de urgencia con la aplicación de las políticas de sanidad y en el sentido de renovar labores. Los más estamos a un paso del hambre y del desastre laboral, social y político, pues el virus llegó para quedarse y hasta hoy no hay vacuna ni suficientes remedios.
Reconocer a la pandemia con sus efectos como la mayor del siglo dejó de consolarnos.
Desde el fondo
El FMI que representa a 189 países, en voz de su directora general, Kristalina Georgieva en su reunión virtual con los líderes del G20, anunció una serie de estrategias de rescate que pone especial atención en los países más pobres, quiénes están padeciendo los efectos más severos del estallido de la pandemia. En el horizonte inmediato, todas las naciones comparten la estrategia de las limitaciones a la producción y al comercio, lo que se traduce en fracturas a las cadenas de suministro y restricciones financieras, incidiendo en el campo laboral, de occidente a oriente o a la inversa.
En el panorama asoman sujetos a las listas de recursos y a los endeudamientos, los países, además buscan un rápido acceso a las facilidades y arreglos de créditos del fondo para las catástrofes. Desfila la precariedad institucional de las naciones y suenan en las cajas de registro solicitudes urgentes, así países ubicados en América del Sur, otros en Asia y África, incluso unos más en Europa, sufren los impactos lacerantes que produce la desigualdad. En caja y a disposición una cantidad equivalente a un monto de 17,489,23 millones de dólares que anuncian adeudos y ajustes fiscales, finalmente una cuenta de los más pobres.
El pulso
En el diagnóstico del FMI, compartido con el G20, se documenta un déficit de un tercio de la economía por efectos directos de la enfermedad y la pérdida de vidas, lo que también significa el cierre de lugares de trabajo y las cuarentenas. Dos tercios más se traducen como costos indirectos, por la merma de confianza de los consumidores, el comportamiento de las empresas y el deterioro de las condiciones financieras, se destaca como reto el manejo de la incertidumbre.
En la exposición de Kristalina Georgieva, la asignación de prioridades para el Fondo, se destaca la respuesta fiscal que consiste en garantizar un gasto en sanidad de primer orden para protección de la salud, el cuidado de los enfermos y frenar el avance del virus, asegurar la producción y abastecimiento de insumos médicos conforme a la demanda. No faltan a la cita las medidas macrofinancieras consistentes en estrategias para enfrentar los efectos de las contracciones de la oferta y la demanda que suavicen las reacciones, pero que además puedan ser focalizadas en los sectores, empresas y hogares afectados.
Los efectos a la mano como el enfriamiento del comercio internacional y el turismo, la contracción de los precios de las materias primas y el endurecimiento de las condiciones financieras, de la que se advierte que requeriría una política de respuesta adicional para apuntalar la demanda y asegurar una oferta de crédito adecuada, según muestran los documentos del Fondo.
El FMI focaliza a los países en peligro que requieren de más ayuda como son aquellos que se identifican con débiles sistemas de salud, insuficiencias en implementar políticas de sanidad, asociados a políticas de exportación de materias primas expuestas a la contracción en términos de intercambio, también aquellos de bajo ingreso, mayor vulnerabilidad con necesidades de financiamiento con tendencia a incrementarse económicamente y a la escalada humana del virus.
Propuesta
En la oferta del FMI para la crisis se anuncian 50 mil mdd a través de servicios financieros de emergencia con rápido desembolso a países de bajo ingreso y de mercados emergentes que podrían solicitar apoyo. De esa suma, 10 mil mdd están a disposición de los miembros más pobres, libres de intereses, mediante el Servicio de Crédito Rápido.
Posteriormente en conferencia de prensa, Georgieva, se refirió a las afectaciones que han sufrido los países miembros, por un virus que dejó de ser un problema regional para convertirse en uno mundial que requiere de una respuesta internacional, ya que se trata de una afectación que no conoce fronteras.
En la visión fiscal del FMI, la pandemia ha generado la adopción de medidas de política fiscal como más necesarias que nunca, pues es la hora de salvar vidas, proteger a las personas y a las empresas más afectadas por la pérdida de ingresos, el desempleo y las quiebras. Se define un objetivo que es reducir la posibilidad de desempleo y las quiebras empresariales. Se aconseja reducir la posibilidad de que la pandemia provoque un desplome económico profundo y duradero.
Se informa que el costo humano se ha intensificado a un ritmo alarmante, advirtiendo que el impacto sobre el producto y las finanzas públicas puede que sea devastador, por lo que las respuestas de los gobiernos deben de ser rápidas, concentradas y proporcionales a la gravedad de la crisis sanitaria, lo que implica asignar una importancia crucial a la gravedad de riesgo en salud.
Prioridad
En este marco se considera como primera prioridad salvar vidas, atendiendo el requerimiento de satisfacer el gasto en pruebas de detección y tratamientos. Ello implica la exigencia de coordinación a escala internacional, y que además incluya apoyos a países con una capacidad sanitaria limitada, a través de donaciones, financiamiento concesionario como también lo es el desarrollo de una vacuna de alcance universal y de bajo costo. El objetivo está cifrado en salvar vidas, lo que se refuerza con el papel del distanciamiento social como herramienta de protección colectiva.
Un estudio del FMI expone que la pandemia de COVID-19 infringe enormes y crecientes costos en todo el mundo, se prevé que a fin de proteger vidas y permitir la dinámica de los sistemas financieros se requiere mantener los aislamientos, confinamientos y cierres generalizados para evitar la propagación del virus. Se calcula que la pandemia repercute en la actividad económica con una contracción del 3% en 2020, porcentaje calificado de mucho peor que el que se mostró en la crisis financiera de 2008-2009.
Proyecciones
En el horizonte las proyecciones de crecimiento (PIB) en 2020: Estados Unidos -5.9; Alemania -7.0; Francia -7.2; Italia 9-1; España -8.9; Japón -5-2; Reino Unido -6-5: Canadá -6.2; China 1.2; India 1.9; Rusia -5.5; Brasil
-5.3; México -6.6. Las proyecciones económicas para 2021 apuntan en una plataforma: Estados Unidos 4.7; Alemania 5.2; Francia 4.2; Italia 4.8; España 4.3; Japón 3.0; Reino Unido 4.0, Canadá 4.2; China 9.2; India 4.2; Rusia 3.5; Brasil 2.9 y México 3.6, después de una caída de -6.6 en 2020 por el impacto del COVID-19.
La crisis se ha producido por las necesidades de contenciones de las personas en casa y no por la actividad industrial ocasionando una crisis económica que se le reconoce como la peor después de la gran depresión que ocurrió en 2020.
El pronóstico sobre el crecimiento de la economía mundial transita por la vía de la incertidumbre. Los procesos y tramos penden del ritmo y la velocidad del COVID-19 como también acompañan a los esfuerzos desplegados para su contención, los factores perturbadores de la oferta, son los efectos del endurecimiento de la dinámica de los mercados mundiales, las variaciones en los modelos de gasto, cambios en los patrones de consumo, asistencia a los centro comerciales, utilización del transporte público, efectos de la confianza y volatilidad de los precios de materias primas.
Concurren otros factores que son igualmente decisivos y que obligan aplicar políticas eficaces que acompasen las medidas asumidas para evitar y reducir las condiciones de contagio y proteger las vidas que invariablemente tendrán un impacto económico. La prioridad inmediata es contener la secuela del brote del COVID-19, lo que implica incrementar el gasto sanitario, reformando la capacidad y los recursos del sector salud, simultáneamente desplegar políticas para evitar el contagio.
En el entendido de que las secuelas económicas responden a shocks aplicados a determinados sectores, es de esperar que las autoridades implementen medidas orientadas al campo fiscal o al monetario para respaldar a las empresas y hogares afectados. La idea es que éstas medidas contribuyan a preservar las relaciones económicas durante la paralización. De esta manera resultan esenciales para que de forma gradual las actividades se normalicen tras que se disipa la pandemia y se levantan las medidas de contención.
Se reconoce que la respuesta fiscal ha sido rápida por parte de países de economías avanzadas, así como también de otras de países con economías emergentes que han anunciado medidas de corte fiscal a fin de favorecer a sectores y trabajadores duramente afectados. Se conviene en la necesidad de reforzar los apoyos fiscales si se mantienen las paralizaciones de la actividad económica o su repunte cuando se levanten las restricciones.
Hay posturas y ánimos que apuntan en el sentido de que se empiezan a vislumbrar los umbrales del túnel, además de que se adentran en la ruta del desarrollo de una vacuna y la instrumentación para enfrentar una enfermedad que como nunca provocó el pánico mundial, no sólo con el embate a la salud y sino el hambre que acompaña a la quiebra económica.