En busca del favor devoto

Autor Congresistas
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Por Javier Gutiérrez Ruvalcaba

Autosacrificio en Mesoamérica

El ayuno, la vigilia, la abstinencia sexual y la flagelación corporal son las figuras de mayor importancia del controvertido autosacrificio religioso prehispánico, que las culturas mesoamericanas practicaban tanto en festividades sujetas al calendario como en otras situaciones excepcionales, ello para alcanzar la pureza espiritual, expiar pecados, solicitar protección, así como para recibir y agradecer los favores de las supremas deidades.

Los estudiosos de las ciencias histórico antropológicas dan cuenta que en la llamada Mesoamérica cada cultura lo practicaba a su manera. Encontrándose registros ya desde el Preclásico hasta el Posclásico, y en el caso de los mexicas, existen datos que tanto sacerdotes como penitentes debían guardar un mínimo de cuatro días de ayuno o más, dependiendo la deidad a satisfacer, no debiendo ingerir carne y pulque, acompañado de una rigurosa abstinencia sexual antes de cada ceremonia.

No importaba la acción o el oficio, lo mismo debían practicarlo los contrayentes matrimoniales, los comerciantes antes de viajar, los artesanos talladores de figuras religiosas, los competidores en el juego de pelota, los enfermos, los padrinos, los practicantes de adivinatorios y hasta los que ofrecían esclavos para sacrificio.

Teotihuacan

Cuando se presentaba una situación no contemplada entre la comunidad, los sacerdotes se recluían al interior de habitaciones secretas de los centros ceremoniales hasta cerca de un año para deliberar.

Las mutilaciones corporales, castración, emasculación, perforación fálica y pinchamientos, varias veces acompañaban al ayuno, para lo que utilizaban espinas de maguey, cuchillos o una especie de buril con diversos tipos de puntas, ya fuera de hueso, obsidiana, espinas, cobre u oro.

Los sacerdotes eran los principales obligados a realizar los rituales inmolatorios, sin embargo, había sus excepciones, cuando los jerarcas religiosos otorgaban permisos especiales para que el penitente realizara los autosacrificios menores.

Estos fastidios eran, principalmente, para recoger sangre en un cuenco y ser ofrecido a las deidades, las cuales eran salpicadas con el plasma obtenido, ya que esta era el alimento divino, puesto que se creía que el flujo poseía virtudes vivificadoras.

Desde la infancia ya se les realizaban estas prácticas, se daba el caso de los niños de Tenochtitlán que estaban al servicio del dios Tezcatlipoca a quienes se les realizaban cortes en pecho, vientre y brazos para indicar que ya estaban entregados a la deidad, es decir, estaban bajo su manto protector.

Otra finalidad del sacrificio era alimentar al Sol, pues hay que recordar que los aztecas pensaban que si no se nutría al llamado Quinto Sol el equilibrio se perdería y devendría el caos.

Son múltiples las crónicas, tanto en náhuatl como en castellano, así como en los manuscritos pictográficos, que describen con detalle el tormento corpóreo que practicaban las culturas mesoamericanas, en especial la asentada en el Valle de México.

Varios son los códices precolombinos y los relatos de los religiosos acompañantes de los conquistadores, en los cuales los estudiosos del tema han verificado las escenas de las cruentas ejecuciones rituales, que señalaron cronistas como fray Bernardino de Sahagún, Fray Diego Durán, Fray Bartolomé de Las Casas, fray Toribio de Benavente (Motolinía), fray Juan de Torquemada y el propio Hernán Cortés.

Ellos, coinciden varias veces al mencionar los festejos que los aztecas realizaban y en cuyas ceremonias se ofrecían las sangrías.

Un artículo aparecido en la prestigiosa revista ‘Anales de Antropología’, correspondiente al 2004 y escrito por la investigadora Alejandra Aguirre Molina, titulado “El ritual del autosacrificio en Mesoamérica”, muestra que la arqueóloga encontró que en 10 de las 18 festividades que se realizaban a lo largo del año los cronistas coinciden en mostrar que en ellas se realizaban estas inmolaciones.

“Obviamente, dichas menciones varían de un autor a otro, Sahagún es el que ofrece la lista más completa.”

Denominadas como ceremonias del Xiuhpohalli, enlista las dieciocho con su nombre y las características de los autosacrificios.

*’Tlacaxipehualiztli’: festividad en honor a Xipe Tótec y Huitzilopochtli. Los sacrificantes eran los sacerdotes, quienes se sangraban las orejas en la casa llamada Calpulco. (Sahagún).

*’Tozoztontli’: festividad en honor a Coatlicue. Los sacrificantes eran desde los niños lactantes hasta los adolescentes de 12 años, a quienes se les sangraba orejas, lengua y pantorrilla, siendo preparados para la siguiente festividad, la de ‘Huey Tozoztli’. (Durán)

*’Huey Tozoztli’: festividad en honor a Centéotl y Chicomecóatl. Todos los menores anteriormente preparados ayunaban cuatro días antes y posteriormente se presentaban a las casas de los principales mercaderes para la sangría, según las crónicas de Sahagún y Torquemada.

La versión de Durán subraya que eran los campesinos en general quienes se inmolaban.

La de Torquemada variaba en que toda la población hacía los daños corporales y la realizaban en sus hogares, todo ello para expiar sus pecados.

*’Tóxcatl’: festividad en honor a Tezcatlipoca. Aquí los encargados del templo de la deidad nocturna se lesionaban pecho, vientre y brazos. Y a los niños sus muñecas. Con esto los infantes quedaban al servicio del dios de la noche y las cosas materiales. (Sahagún).

Para Torquemada, los penitentes eran los jóvenes enclaustrados en el templo de esta deidad.

*’Etzalcualiztli’: festividad en honor a los asistentes de Tlaloc, los tlaloques.

En esta importante festividad el fastidio corporal debía ser cumplido por todos los sacerdotes de los diversos templos, cuatro días antes de los festejos. (Sahagún).

*’Pachtontli’ o ‘Teotleco’: festividad en honor a Huitzilopochtli. Una de las más lastimosas, ya que aparte del derrame del líquido vital, debían fastidiarse las heridas con cordeles, cañas y pajas, para agradecer la visita de su patrono.

Para Durán esta fiesta era también para honrar a la diosa Xochiquetzal y a diferencia de herirse orejas, lengua, pecho y todos los molledos, que realizaban según otras descripciones, él describió que se atravesaban la lengua, con su respectivo fastidio, y se realizaban en el templo de la deidad de lo florido.

*’Quecholli’: festividad en honor Huitzilopochtli, según Sahagún, y en honor a Mixcóatl y Tlamatzíncatl, versión Torquemada. Para ambas interpretaciones todo el pueblo debíase punzar orejas y con la sangre embarrarse sienes y rostro, a lo largo de los cuatro días que tardaban en la preparación del material para la caza del venado fuese y esta fuese exitosa.

*’Panquetzaliztli’: festividad en honor a Tezcatlipoca y Huitzilopochtli. De acuerdo con Las Casas y Motolinía toda la población entregaba su plasma en la especie de papel que tenían.

La variante de Sahagún era que tanto mujeres como hombres poseedores de esclavos que eran sacrificados se pinchaban las orejas cuatro días antes del festejo, con cuatro puntas de maguey, una la tiraban al lago, otra la clavaban a la orilla del mismo y las dos restantes eran ofrecidas a la imagen que residía en el oratorio de Ayauhcalco. Todo lo anterior se realizaba en penitencia por los esclavos a sacrificar.

Maguey
Maguey

Asimismo, Sahagún relata que a lo largo del festejo se daba un enfrentamiento entre ministros del templo y los mozos del Telpochcalli, si los dirigentes perdían, tenían la obligación de otorgar sangría.

*’Atemoztli’: festividad dedicada a los tlaloque, según Sahagún, y a Huitzilopochtli, en versión de Durán.

El autor de ‘Historia General de las cosas de Nueva España’ redactó que los penitentes eran los sacerdotes, mientras que para el escribano de ‘Historia de las Indias de Nueva España e islas de tierra firme’ los otorgadores de la penitencia era la población en general. Aquí se daba la que podría pensarse era la más dolorosa, por incluir al pene entre las demás partes a lastimar y por tener que reforzar la dolencia con la introducción del cordel y recorrerlo de un lado a otro.

*’Izcalli’: festividad en honor a Xiuhtecuhtli.

En el templo del señor del fuego y el calor se les perforaban las orejas a los recién nacidos con un punzón de hueso para que crecieran sanos y fuertes. (Sahagún).

En el mismo sentido existieron otras festividades un poco menores en importancia, pero con igual número de autosacrificios, sea el caso de Nauhollin: festividad dedicada al Sol, en esta, tampoco los cronistas se pusieron de acuerdo, pues Sahagún dijo que toda la población se inmolaba y Durán reportó que únicamente los hijos de los grandes señores eran los que se autosacrificaban.

Cuando la penitencia era más crítica se consagraba la vida de guerreros enemigos, a través de la entrega de su corazón.

En los conflictos bélicos, los mexicas procuraban no matar en batallas a sus contrincantes, sino capturarlos vivos para después ofrecerlos en sacrificios de gran envergadura.

En este rubro, los cronistas subrayaron un dato de suma relevancia para la historiografía prehispánica y que llenó de pavor a los invasores, la ofrenda del corazón humano.

Sahagún informó uno de los patrones para realizar dicho ritual, sucedía en los eclipses.

Los aztecas, literalmente, morían de miedo ante dicho fenómeno astronómico, e inmediatamente buscaban a quienes tuvieran el cabello completamente blanco y tez pálida para ofrecerlos en sacrificio, junto con los prisioneros que tuvieran al momento.

Había un festejo que llamó mucho la atención de fray Bartolomé de Las Casas y que se realizaba cada 52 años del calendario xiuhpohualli, la conmemoración del Fuego Nuevo en el cual también se realizaban autosacrificios, después de encender todos los fuegos cercanos y vueltos a encender.

Obviamente existieron celebraciones no calendarizadas que igualmente ofrecían flagelos, como en cada investidura del tlatoani o en pedimentos particulares, como los matrimonios y la súplica de sanación.

Las flagelaciones entre los teotihuacanos se presume que eran muy similares a la de sus vecinos aztecas.

Un caso de objetos para este fin fueron encontrados en Tlacuilapaxco, donde se observan algunas imágenes de un conjunto de varas que tienen incrustadas espinas de maguey.

Otra muestra iconográfica dentro de la otrora ciudad de los dioses está en el asentamiento La Ventilla, ahí se encontraron no hace mucho 42 figuras antropomorfas y de algunos animales, en la cual un glifo muestra una púa de maguey clavada en un objeto rectangular.

Al respecto de los mayas, el autosacrificio era vital para mantener el equilibrio cósmico, la costumbre era similar, aunque los ayunos y la privación carnal variaba. Por ejemplo, si era para un favor agrícola, la abstinencia era de 13 días.

La investigadora titular del Centro de Estudios Mayas, dependiente de nuestra Máxima Casa de Estudios, la Universidad Nacional Autónoma de México, Martha Ilia Nájera Coronado, en su estudio ‘El don de la sangre en el equilibrio cósmico. El sacrificio y el autosacrificio entre los antiguos mayas’ da cuenta de siete tipos de ritos autosacrificatorios entre la cultura mayense:

Chichén Itzá

“Los ‘autosacrificios de purificación’ son también conocidos como ritos preparatorios, es decir ritos que depuraban al sacrificante y lo disponían para pasar del estado profano en el que se encontraba, al estado sagrado que se requería para participar en cualquier ceremonia de índole religiosa. Los ‘autosacrificios para propiciar la fertilidad’ tenían la finalidad de ofrecer sangre a las deidades para obtener su favor y, en este caso, una mayor fertilidad en la naturaleza. Los ‘autosacrificios de penitencia’ se efectuaban para expiar alguna culpa, es decir, en pago por algún pecado o mal que hubiera agraviado a las deidades. Los ‘autosacrificios ligados a las actividades productivas’ se hacían para lograr una caza exitosa o una buena pesca. Los ‘autosacrificios relacionados con la manufactura de las imágenes’ se escenificaban durante su proceso de elaboración. Los ‘autosacrificios propiciatorios de final de periodo’ se realizaban cuando terminaba un ciclo temporal. Los ‘autosacrificios propios de los dirigentes’ se llevaban a cabo en las ceremonias de investidura de los mismos. Finalmente, se encuentran los ‘autosacrificios iniciáticos’, a través de ellos, los dignatarios mayas lograban obtener visiones sobrenaturales con las que trascendían de su existencia profana al mundo de los iniciados. Además del propósito de obtener sangre para alimentar a las divinidades, el dolor agudo que provocaba el autosacrificio ocasionaba visiones extraordinarias que hicieron suponer al hombre maya que había obtenido revelaciones divinas gracias a su iniciación.”

Para corroborar un punto de lo expuesto basta echarle un ojo al dintel 17 de Yaxchilán, donde Balam Ix se mira de rodillas delante de su marido y pasa un cordel a través de su lengua lesionada para infringir mayor dolor y más cúmulo sanguíneo para cubrir unos lienzos alojados en un platón que tiene frente a ella, que bien pudo ser para quemarlos más adelante y el humo obtenido provocara éxtasis.

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