El IMSS es mucho más que la avanzada del coronavirus (SARS-CoV-2), que el secuestro del virus venido de China y más que una camiseta que se porta con compromiso y luciendo unas siglas, le dije a mi interlocutor a la llamada de celular, y con altavoz, buscando unos datos que fluían al paso de las inquietudes, de la memoria al seguimiento acerca del argumentos y declaraciones, boletines y documentos.
En las notas a la fecha el IMSS puede contar con más de 31 mil afiliados, y consolidarse como el sitio amurallado contra dos pandemias, primero el AH1N1, después la desatada por COVID y en el escenario el reto de las pruebas, las vacunas, el desafío de aprender a vivir con una enfermedad y a evitar el contagio, aprender a cuidarnos de un virus mutante más agresivo pero siempre letal y muchas veces a corte del paciente como una traje a la medida a sus enfermedades o defensas.
El IMSS vive una expansión permanente a lo largo de un año, debido a la presión del calendario de la epidemia y a la medida de los contagios, de forma multiregional, extensión hospitalaria, a la atención de la pandemia, pero también acorde al ritmo de las enfermedades crónicas y otros padecimientos.
El Instituto ha crecido en camas, clínicas, consultorios, ventiladores, respiradores y pabellones al pulso de las expresiones de las gamas de colores, unas del rojo al naranja del amarillo al verde y de vuelta al rojo intenso que se estrella en el estetoscopio.
Zoé Robledo Aburto, director general del IMSS, compareciendo ante diputados sostuvo que hoy compra un número de cubre bocas para una semana que representa lo que requería para un año. La cantidad cayó como hielo en el escaño de un legislador, es un número cerca de 780 mil respiradores N95, KN95 a utilizarse en 7 días y un servicio de 6 millones 373 mil 33 gestiones en apoyo a la derechohabiencia hasta el mes de noviembre.
El IMSS va de la atención clínica hasta las cirugías de alta especialidad. Y es que lo mismo se atiende un parto que se revisa a un enfermo de diabetes, al afiliado afectado por un padecimiento renal o cardiaco sin la exclusión a la revisión del contagiado por COVID o el requerido de un transplante.
En los trazos sobre el papel a la caza de la memoria ante diputados el maestro chiapaneco que ha sido diputado federal y hoy director general del IMSS dijo en noviembre a los legisladores que ante el COVID “había que cambiar el rumbo: contratar más personal, formar más especialistas e invertir en infraestructura física. Recordó su planteamiento de noviembre 2020 como un “déficit estructural”.
El Seguro Social es el día a día más que una camiseta, un discurso, un voluminoso conjunto de voluntades de sus trabajadores y entre sus principales estrategias asoma el Programa de Unidades Médicas de Tiempo Completo; lo que significa la reasignación de dos mil millones de pesos para la compra de equipo e instrumental. En ese día estuvo a la espera, cruzado en un recuadro del calendario la necesidad de aumentar el número de becas, que en el 2021 pasará de 7 mil 814 a 8 mil 300.
El IMSS es ese tic tac, ese deslizamiento de engranajes que marcan horas, días, semanas y meses para continuar la atención de la pandemia, el sonido sordo de la recuperación de los servicios para los derechohabientes y para trabajar en el objetivo de mejorar la sobrevida de pacientes pediátricos oncológicos en coordinación con sus madres y padres.
El IMSS es más que la primer fila de combate a favor de la vida… es el jalón a la vida.