Oscar Negrete
Decía don Quijote: “Sábete Sancho, que todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien esté ya cerca…”
Con esas palabras de Don Quijote -que esperamos sean proféticas-, México debe transitar del mal que ha acontecido con esta administración, hacia un mejor futuro o, cuando menos, uno no tan malo.
El problema de un navegante que llega a un destino incierto, es la propia incertidumbre de no saber qué hacer. Eso le pasó a nuestro presidente. Empeñado por años en lograr obtener el poder, arengando a la gente, moviendo masas, sin ningún plan de gobierno que no fuera sembrar el rencor y el odio entre mexicanos, logró llegar a ese destino incierto con el que soñaba: La presidencia de la república. Y lo escribo así, con minúsculas, para que sea un espejo de los resultados obtenidos.
Y como nada es para siempre, se va terminando el sueño o la pesadilla, dependiendo a quien le pregunten. Decida el lector si fue o no una pesadilla la columna de circunstancias que enfrentamos los mexicanos. Irónicamente, una vez más son los más pobres los que más tienen que padecer las carencias, comenzando por las medicinas, los doctores especialistas, la educación de calidad, las oportunidades de empleo digno, la inseguridad pública y la violencia y, en general, una falta de estado de derecho que camina sobre la cuerda floja en los límites –ya desdibujados- del estado fallido.
Hay, sin embargo, algunas lecciones que aprender de todo esto. Para los mexicanos, nos toca reflexionar sobre la idiosincrasia. ¿Valió la pena dejarle el destino del país a un solo hombre? ¿O valía más la pena fortalecer nuestras instituciones como pesos y contrapesos de poder? ¿Sirvió en algo que los mexicanos nos dividiéramos entre fifís y chairos solo para insultarnos y no pedir que el gobierno rindiera cuentas sobre su falta de resultados?
En fin, dice un dicho que antes de tirar la piedra, hay que saber a quién apuntarle. O algo así. Y en ese contexto, creo que al presidente le falló el tino con Xóchitl Gálvez.
Para ser breves, hay que reconocer que Xóchitl Gálvez tiene una gran capacidad de aceptación con los mexicanos. Y es que Xóchitl ha mostrado algo que ni De la Madrid ni Creel han podido mostrar. Valor. A Creel no le queda victimizarse ni le quedan las arengas agresivas. Se ve falso. De la Madrid parece un profesor universitario que no levanta interés. Creo que hay cosas con las que se nacen, y Xóchitl nació con un espíritu de lucha que llama la atención. Sabe qué decir, como decirlo y, sobre todo, tiene valor para hacer las cosas.
El propio presidente puso a Xóchitl en la agenda nacional, y él mismo tratará de descarrilarla usando la fuerza del estado para perseguirla, ya sea con procesos judiciales o administrativos. El problema es que, el pleito ya está cantado entre dos candidatas: Xóchitl y Claudia. Cualquier acto contra la primera, se evidenciará como una intervención injusta en una contienda justa, y terminará por darle mayor vida política a Xóchitl, porque los mexicanos tendemos a apoyar a aquél que percibimos como el débil. Apoyamos a David y no a Goliat.
Hemos visto los eventos de Claudia, desangelados; y a Xóchitl la vemos como los gallos de pelea: entre más ataques recibe, más fortaleza y entereza muestra. No necesita replegarse a una mesa llena de asesores para que le digan que hacer. Ella responde a su manera, ¡y lo hace bien! Es decir, nadie se esperaba que llegara con esta fuerza política y pues, ahora, va a estar difícil bajarla.
La lección para todos nosotros es clara. Vale la pena actuar con dignidad y con entereza. O como dicen los gringos “con columna vertebral”. Por blandengues e irresponsables hemos perdido mucho de nuestro México. Por esa indecisión y flaqueza, Ebrard y Adán Augusto quedarán fuera de la carrera pronto. Y por la misma flaqueza, Creel y De la Madrid no levantarán el ánimo a nadie. Queda pendiente que la oposición no cometa la bajeza de meterle el pie a Xóchitl por ese antiguo vicio mexicano, tan patente hoy como siempre: La envidia.
Pues a ver que acontece, pero los vientos de cambio pueden favorecerle a México para navegar en una dirección concreta, hacia un destino deseado, al mando de una buena mujer.