Combate al cambio climático: COP25

Autor Congresistas
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La crisis climática afecta a los derechos humanos, empezando por la salud, seguido por el acceso al bienestar y el desinterés de las grandes potencias por asumir responsabilidades frente a la humanidad. El combate al cambio climático no puede postergarse sino impulsar acciones concretas a favor de políticas para la sustentabilidad armónica con la naturaleza. Esto se vio en Madrid, España, en donde tuvo lugar la Cumbre Climática con la Conferencia de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25) y el escapismo de los poderosos en permanente dilación de asumir compromisos compensatorios.

Ya no hay forma de evadir o dilatar los compromisos que todas la naciones tienen para combatir el cambio climático y todavía mayor el contraído por las naciones con más desarrollo en un escenario devastador de la naturaleza. Quedan patentes las consecuencias de la explotación. La Conferencia sobre el cambio climático se acompaña con el ritmo de los incendios que se presentaron en la Amazonía, además con la sospecha de la intervención de la mano humana. Hoy en Australia millones de hectáreas son devoradas por el fuego e igual cantidad de especias animales son consumidas en las llamas. muchas condenadas a la extinción, y entre las causas; el cambio climático.

¿Se puede, después del siniestro, que el gobierno australiano persista en sustentar su política energética en el consumo de carbón? ¿Pueden las naciones del mundo civilizado en la punta del progreso económico y los liderazgos de otras economías emergentes seguir dilatando sus compromisos a favor de un desarrollo sustentable? ¿Qué justifica el empleo de la energía en los hidrocarburos? ¿Cuáles son los obstáculos que han impedido dar un frente más decisivo a la destrucción de la naturaleza y las condiciones de vida? ¿Hemos llegado al límite para repensar nuestras sociedades y modelos de acumulación? ¿Estamos ante el límite? ¿Sobreviviremos en el planeta?

Según datos del Banco Mundial (BM), comprometerse con una descarbonización implica un costo de 80 mil millones de dólares para 2050. En los resultados de las investigaciones del BM la descarbonización del modelo energético y la electrificación total del sistema de transporte que incluye marítimos y terrestres, significa la reducción de 1,100 millones de toneladas de CO2 y un ahorró de 621 mil mdd por año, según difunde la Organización de la Naciones Unidas (ONU). ¿Estamos dispuestos a emprender el combate de forma incluyente y comprometido con responsabilidades financieras asumiendo los desequilibrios entre economías?

Es de notar que el combate al cambio climático representa un alto costo financiero que no todas las naciones pueden atender sin el riesgo de desbalancear sus recursos y necesidades internos. La ONU ha informado que se tienen que construir y consolidar los marcos para la información financiera, la gestión de riesgos y los rendimientos para llevar los impactos del cambio climático a la corriente principal de la toma de decisiones financieras privadas y apoyar la transición a un cero neto la economía de carbono.

Ante el evidente desequilibrio económico de las naciones, resultan ilustrativas las declaraciones del secretario general, Antonio Manuel de Oliveira Guterres, que sostuvo que de menos 100 mil mdd deben estar disponibles para los países en desarrollo para la mitigación y la adaptación al cambio climático y para tener en cuenta sus “expectativas legítimas de tener los recursos necesarios para desarrollar la resiliencia y para la respuesta y recuperación ante desastres”.

Para el secretario general de la ONU la “dimensión social” del cambio climático también debe ser primordial, lo que le significa que los compromisos nacionales incluyan “una transición justa para las personas cuyos trabajos y medios de vida se ven afectados a medida que avanzamos de la economía gris a la verde”.

Se documenta el que cerca o más de 70 países se han unido para prometer la neutralidad de sus emisiones de carbono para el año 2050 pero no escapa preguntarse ¿cómo se puede lograr esto? Y no falta la reflexión al respecto de ¿cómo sería un mundo que dependa sólo de energía renovable? Y a está reflexión se agregan otras ¿cómo en que los países más pobres podrán solventar las demandas de bienestar de sus habitantes, esto es alimentación, agua, vivienda, salud, oportunidades de bienestar? ¿Cuáles son las políticas que tendrán que aplicarse para atender a millones? ¿Cómo se dará el financiamiento de recuperación ambiental de los países explotados?

La Conferencia sobre el Cambio Climático anunciada inicialmente para celebrarse en Santiago de Chile, debido a los disturbios sociales presentados, se cambió para celebrarse en Madrid, España. Está en las notas informativas, que incluso la tensión interna y la construcción de acuerdos obligó a que los debates prologaran las fechas de deliberación a celebrarse en Madrid.

En las Conferencias de la COP las sociedades humanas no parecen muy convencidas de los resultados económicos ni políticos ni sociales, tampoco de las conclusiones de la democracia. Y para no perder de vista, la permanente protesta que en diciembre de 2019, en la COP25, se dejó escuchar, pues no faltó la presencia de organizaciones ambientalistas, de jóvenes activistas ni tampoco de la sueca Greta Thunberg, pidiendo acciones más radicales en el combate al cambio climático.

La negra sombra de un nuevo informe climático de la ONU no deja dudas de que aunque “se cumpla con todos los compromisos actuales del Acuerdo de París, las temperaturas aumentarán hasta 3.2º”, dato que se coloca por “encima del límite establecido por los científicos de 1.5º y un hecho que desataría eventos climáticos extremos en el planeta”.

En concreto se debe de asumir de todas, todas, que para enfrentar el combate climático se requieren de “cambios transformadores” en todos los aspectos de nuestras interacciones con la naturaleza. Hay que detener la destrucción de las selvas, bosques, océanos y mares, debemos detener la destrucción de la biodiversidad y asumir de una vez por todas la responsabilidad que tenemos con las generaciones futuras.

Se registra por la ONU que la “tasa global de especies extintas es cientos de veces mayor que la tasa promedio en los últimos 10 millones de años y se está acelerando. Un 75% de los ecosistemas terrestres y un 66% de los marinos ya están ‘gravemente alterados’. Más de un 85% de los humedales que existían en 1700 se han perdido”.

La contabilidad de la explotación ambiental es alarmante: el cambio del uso de la tierra ha tenido el mayor impacto en los ecosistemas terrestres y de agua dulce; un tercio de la superficie terrestre del mundo y casi tres cuartas partes de los recursos de agua dulce disponibles se destinan a la producción agrícola o ganadera; se ha presentado la destrucción de 100 millones de hectáreas de bosque tropical en América Latina y la sustitución por la ganadería; en Asia Oriental principalmente por el cultivo de aceite de palma, entre otros.

El 25% de los gases de efecto invernadero proviene de la deforestación; la extensión de la minería oceánica, a partir de 6,500 instalaciones de petróleo y gas en 53 países, representando 60% en el Golfo de México; incremento de carreteras pavimentadas en 25 millones de kilómetros para 2050; la fragmentación del hábitat, pérdida de la biodiversidad, el acaparamiento de la población, el desplazamiento de la población y la interrupción social, incluso para los pueblos indígenas y las comunidades locales; aumento de la población mundial; explotación de 60 mil millones de toneladas de recursos renovables y no renovables.

Hay quienes estiman que la COP25 resultó un fracaso, otros que se dieron acuerdos mínimos, unos más que se acordó un documento esperanzador, ya que el documento resultó un compromiso que obliga a los países participantes a evitar que la temperatura media de este siglo no sea superior a 1.5º. Los escarceos y las tensiones de conflictos se resumen en el artículo 6 del Acuerdo de París que compromete, de nuevo, hoy a las 200 naciones participantes.

Corrió por las noticias que el conflicto se trasluce también en las discusiones de los temas de las energías limpias o las energías verdes y son las que han puesto en juego los bonos de emisiones de carbono que se cotizan al mejor postor en el mercado internacional.

No han faltado las denuncias sobre presiones, manipulaciones y acechos por parte de las potencias más contaminantes del mundo como son Estados Unidos, China y Rusia, cuya injerencia se orienta a firmar un mal acuerdo que signifique una solución cosmética a actividades lo mismo generadoras de energía, mineras, de extracción de hidrocarburos o manufactureras industriales que supondría concluir con una solución cosmética. Es de suponer que las empresas más contaminantes del mundo puedan permanecer con los brazos cruzados y rendir la plaza para perder ganancias, pero también seguir los compromisos financieros.

Otro punto del Acuerdo se perfila polémico y se trata del 6.8, que se relaciona con la posibilidad de avanzar en materia de mercados de emisiones de carbono, para evitar uno de los puntos conflictivos como se ha catalogado (art. 6), pues ofrece la oportunidad para que los derechos de emisión no vendidos (CER), puedan ser utilizados por los países para cumplir sus metas del Acuerdo de París y, así los actuales compromisos nacionales del acuerdo se desdibujen más. Hay quienes estiman que en este punto se daría a “los gobiernos amparo para seguir contaminando”, pero además “posibilitaría una mayor influencia empresarial en la política climática nacional a la hora de ejecutar actividades de compensación de emisiones”, sostiene la Agencia EFE.

Se iniciaron los trabajos de la COP25 bajo una convocatoria que hay que resaltar por su importancia, ya que responde a la urgencia del recordatorio a la comunidad internacional sobre la reducción del tiempo para abordar eficazmente la crisis climática, y de que es necesario cambiar de rumbo y aumentar los niveles de ambición para prevenir los peores impactos. No se llegó a ningún acuerdo concreto sobre las directrices para un muy necesario mercado del carbono, que forma una importante herramienta para aumentar la ambición que puede aprovechar el potencial del sector privado y generar financiación para la adaptación.

El boletín de la ONU precisa que los países desarrollados aún no han respondido al llamado de los países en desarrollo para que se aumente el apoyo en materia de financiación, tecnología y fomento de las capacidades, sin lo cual no pueden pasar sus economías al verde y crear una capacidad de recuperación adecuada frente al cambio climático. En la COP25 faltó la señal en ese sentido de cooperar para mejorar las estrategias climáticas, ni que están dispuestos a aumentar su ambición mediante las contribuciones determinadas a nivel nacional que presentarán el año próximo.

La embajadora mexicana Patricia Espinosa Cantellano, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, al cierre de la COP25, manifestó que los compromisos de muchos sectores de la sociedad mostraron un acuerdo abrumador sobre el único camino posible y es el que tiene que ver con el que la ciencia nos está diciendo, y es el sentido de urgencia y seriedad que requiere. Existe la convicción “de que lo que necesitamos ahora es centrar toda nuestra atención en los próximos pasos para fortalecer aún más la confianza en el proceso multilateral”. Patricia Espinosa abre de nuevo el debate con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Glasgow (COP26).

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